Los insectos, esos artrópodos envueltos en bruñidas y bizarras armaduras quitinosas son dueños de la tierra desde el carbonífero superior, hace 250 millones de años. En sus distintas formas, colonizan la tierra, el aire y las aguas con formas de vida, que los entomólogos clasifican en más de 675.000 especies distintas, y cada día hay nuevos descubrimientos.
Los hay perjudiciales, beneficiosos, depredadores y otros que aún no estudiamos a cabalidad. Son nuestra permanente y a veces incómoda compañía en forma de pulgas, garrapatas, moscas y zancudos. Nuestros libros son lentamente devorados por legiones de pececillos de plata, nuestras alfombras, ropas y pieles son la delicia de las polillas, los gorgojos pueden destruir todo un granero junto a las esperanzas de los campesinos y ni hablar de una plaga de langostas.
Pero que seríamos sin las abejas, o los insectos polinizadores y los depredadores que nos libran de los azotes de las cosechas.
Nos seguirán acompañando mientras poblemos el planeta, y si por algún motivo una extinción inesperada nos deja fuera del universo conocido, allí seguirán los insectos, arrastrando sus caparazones y élitros hasta el fin del mundo.
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