Una megafuente produce toneladas de residuos que suben a la atmósfera de la ciudad. Esos gases, sólidos en suspensión, de conocida toxicidad quedan libres y a la voluntad del clima y sus vientos.
Una cantidad importante cae al suelo, sobre los tejados de las casas, patios y el resto del entorno. De ahí, con las lluvias, el material caído se infiltra a las napas superficiales o queda a disposición del sol y los elementos en el mismo sitio, en muchos casos concentrándose.
Con la resequedad del verano y sus días de viento, buena parte del polvo vuelve a agitarse en la atmósfera de la ciudad. De ahí llega nuevamente a tomar contacto con la población en un ciclo permanente de lluvia de polvo. Las lluvias ayudan a disminuir el impacto ambiental, pero también colaboran en la formación de ácidos del azufre y el carbono. Al menos los metales pesados y otros químicos se vuelven a asentar en el suelo hasta que el sol y viento vuelven a repetirlo todo.
Cuatro chimeneas iguales a la de la foto serían un tremendo problema de salud para los ciudadanos de determinados sectores de Coronel.
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